martes, 6 de abril de 2010

Capítulo VII

Georgiana se incorporó lentamente sopesando cada uno de sus movimientos. Nada, ausencia de dolor. Buscó con la mirada algo que la hiciera comprender, pero no había nada salvo una bonita habitación, elegantemente decorada. Era realmente amplio y moderadamente adornado. No había exceso de muebles ni huecos vacíos. Moderado.

Se giró fijándose en cada uno de los detalles de la alcoba. La mesa de noche de caoba hecha a mano, donde descansaba una lámpara de porcelana con dibujos rojos pintados y un gran libro que ocupaba casi todo el espacio. Se tornó dirigiéndose a la puerta. Agarrando el picaporte con la mano derecha, la hizo girar a un lado y abrió lentamente. Vio un rostro y terminó de abrirla en un instante. Se quedo boquiabierta con lo que veía.

Un apuestísimo caballero de tez pálida y lisa. Los cabellos claros y brillantes, permanecían cortos y cuidadosamente peinados. Su nariz recta y simétrica respiró profundamente entreabriendo los labios un poco y expulsando el aire. Era irresistible. Se obligó a no mirar abajo por educación y respeto y casi con repentina molestia se apoyó en la pierna izquierda y cruzó sus brazos esperando una explicación del apuesto caballero que la observaba.

Por su parte, Nathaniel se quedó encantado con lo que vio. La transformación había actuado correctamente y sin contratiempos. Había creado a la criatura más maravillosamente perfecta que jamás había visto. Y pensaba objetivamente. Cuando se dirigía para comprobar el estado de la dama, escuchó unos ligeros pasos agraciados yendo en su dirección. Decidió esperar tras la puerta para no sobresaltar a la chica mientras intentaba salir. Pero cuando por fin abrió, dejándose a la vista, nunca pensó que le deslumbraría así.
Rápidamente echó un vistazo de arriba a abajo sin que ésta se percatara. Los cabellos caían en cascada dejándole una silueta aún más sensual que cuando estaba viva. Ahora sería más irresistible. La piel había palidecido notablemente, aunque nada escandaloso para la época. Reflejaba un rostro despejado y suave, daba tentación de acariciarla una y otra vez hasta que se le cayera la mano, aunque, afortunadamente, eso no pasaría nunca con lo cual podría tocarla toda la eternidad. Observó sus cremosos labios, no demasiado grueso, pero tampoco delgados. Apenas tenía la forma de corazón, que casi todas las muchachas presumían y se orgullecían de tener. En cambio, a él le parecía algo exótico y muy atractivo. Nuevo. Saltaba a la vista que los antepasados no eran ingleses, obsequiándola, así, con unos preciosos rasgos extranjeros.
El cuello permanecía liso y sin marca visible, al ojo humano al menos, y su pecho inerte quedaba oculto por un precioso vestido que había adquirido durante esos días, solo para ella. Para su compañera, temporalmente.

Georgiana no se percató del tiempo que llevaría sin respirar observando ese regalo de Dios, pero pronto se dio cuenta de que era hora que alguno de los dos rompiera el hielo o permanecerían así durante horas.

Abrió los labios y elevó la mano intentando emitir algún sonido, pero la repentina atención del muchacho sobre ella, mirándola fijamente, la cohibió y le impidió romper palabra. Nathaniel soltó una leve carcajada y rozó la mano que ella aún mantenía levantada, esperando una respuesta negativa por ella. Seguía aún mirándolo con los ojos y la boca abiertos. Para su sorpresa, Georgiana no retiró la mano y decidió agarrarla por completo, acercándosela a los labios y besando la suave mano con delicadeza.

Georgia cerró los ojos y aproximándose más a él, inhaló su aroma varonil. Al comprender esta acción, Nathaniel volvió a reír y agarrando la cintura de la inmortal la moldeo totalmente a su cuerpo mirándola cara a cara.

-Hola… princesa.

-Eh… eh… - Georgiana seguía sin ser capaz de pronunciar palabra, y comenzando a ponerse nerviosa, apoyó sus manos en el pecho del caballero, aturdiéndola por el momento, y lo apartó educadamente para poder pensar con objetividad.

-Discúlpeme, caballero.- consiguió decir apoyándose en la puerta y agachando la mirada.- No me encuentro demasiado bien. ¿Sería usted tan amable, de facilitarme la información de su nombre? ¿O el mío?- terminó por decir con el rostro contrariado. Entonces, decidió incorporar la mirada al hombre y se lamentó del rostro apenado de él.

-¿Pasa algo, señor?

-¿No… recuerdas… tu nombre?- inquirió con dificultad.

-Me temo que no, caballero. Al decir verdad, no recuerdo nada.- respondió con la mayor sinceridad que reflejaban sus palabras.

-Ya sabía que no todo podía salir bien.- masculló Nathaniel mientras miraba a todos lados con el entrecejo fruncido y adentrándose en la alcoba.- Lo sabía. Demasiado bueno. ¿Y ahora que puedo hacer?- se discutía así mismo. Georgiana observó a aquel atractivo caballero deambulando de un lado a otro con la mirada fija en el suelo. De repente, paró en seco y volviendo a mirarla con un nuevo reflejo en los ojos y la cara alumbrada, lo vio reírse felizmente y escuchó que susurraba.- Bueno, quizás no es tan malo. Quizás es aún mejor. Todo será nuevo y solo me conocerá a mí y lo que yo quiera…

-Lamento interrumpir sus divagaciones, caballero. Pero no creo correctas esas palabras. Sobre todo si es respecto a mi persona.- lo miró con fiereza y comprendió que no había dicho nada bueno al percatarse de la mirada asesina del caballero. En un hilo de voz soltó un.- Lo siento.- Y volvió el rostro a sus manos enlazadas por delante.

-Puedo comprobar que su afán por lamentarse una y otra vez no lo ha olvidado, Lean.

-¿Lean? ¿Es ese mi nombre?- inquirió la muchacha confusa. Algo le decía que no era su nombre, pero era el de alguien. Alguien muy cercano.- No me suena…- susurró para sí misma, pero por supuesto Nathaniel escuchó.
-Al menos eso fue lo que usted nos dijo, Lean.

-¿A usted y a quién más?

-A mi criada, la señora Lupin. ¿No recuerda?

-No, directamente…- se quedó ensimismada en sus recuerdos borrosos.- Pero si algo. ¿Mayor y con el pelo claramente moreno? ¿Recogido en un descuidado moño en su coronilla?

-Efectivamente.- respondió Nathaniel con una sonrisa felizmente. Pero el rostro se le ensombreció al instante, volviendo a introducirse en sus divagaciones.

-Discúlpeme de nuevo, caballero. Pero, puesto que usted mismo me llama por mi supuesto nombre de pila, da a mi entender que o debo ser otra de sus criadas o debemos de conocernos confiadamente. ¿Me facilitaría su nombre?
-Lean, Lean, Lean…- bufó.- Antes que nada. Hazme el favor de dejar se disculparte tanto. Desde que te conozco es la palabra más escuchada por mis sensibles oídos. En segundo punto, sí tenemos gran confianza.- esto lo dijo con una sonrisa pícara, que ella comprendió.- y no es una de mis criadas. Al menos no en la vida real.- volvió a destellar sus oscuros ojos marrones.- Es mi compañera. El alma de mi vida y por eso es por lo que nos conocemos tanto. Por último. Mi nombre es Nathaniel, Nate.

-Sí…- le observó ella sin pestañear.- Nathaniel, me suena muchísimo. Y me suena su cara. Es muy familiar…

-Ya puede comprobar, mi Bella Siniora, que no la he engañado.- le interrumpió Nate, acercándola de nuevo a su cuerpo con la intención de no dejarla pensar más.

Se fundieron en un profundo y apasionado beso, que recordó con decoro, Georgiana. Nate la agarró fuertemente y la tumbó en la cama dejando su cuerpo encima. Continuó con su beso frenético y se excitó cuando ella agarró su pelo con fiereza. La besó con mayor deseo aún y empezó a hacerle todo tipo de caricias. Por la cara, con delicadeza y soltura. Rozando sus sedosos cabellos, volviéndole loco por su aroma delicado y femenino. Seduciéndola sin freno, Georgiana comenzó a acomodarse y moldear su cuerpo para sentir el calor y la excitación de su compañero en sus propias carnes. Separó lentamente sus piernas con la intención de una mayor sensación de pasión, deseo, amor… Nathaniel percató del cambio de aires y olvidando las delicadezas, introdujo una mano bajo la falda de la chica tocándole los muslos y las partes más íntimas de la bellísima mujer. Con la otra mano, y sin cesar de besarla, acarició uno de sus pechos con anhelo y deseo.

Nate se desabrochó la camisa, incorporando y produciendo un efecto bestial. Apretó su sexo con el de ella haciéndola gemir…

-Espere, espere señor…

-Nada de señor, Georgia, te deseo y te deseo ahora.

-¿Georgia?- se sobresaltó.

-¿Qué?- se extrañó el muchacho incorporándose lo suficiente para observarle la cara. Entonces, lo comprendió.- ¿Georgia? ¿Qué dices?

-Lo has dicho tú, Nate.- inquirió.

-Oh, querida…- con una sonrisa irresistible volvió a acercarse a su rostro y comenzó a besarla de nuevo, dulcemente.- ¿Ahora me tuteas? Eres encantadora. Me enloqueces, amor.

Siguió con las caricias y los movimientos, pero ya “Lean” no era capaz de concentrarse, se torno confusa y asustada. Delicadamente intentó apartar el pesado cuerpo de su compañero de encima y escuchó un gruñido animal por parte de él.

-¿Qué ocurre?- inquirió molesta.

-No. Qué te pasa a ti. Estábamos pasándolo bien. Estábamos pasándolo bien ¿no?- la miró irritado.

-Sí, pero… Me llamaste Georgia… Eh… No recuerdo nada, Nate. Compréndeme. No sé que me ha pasado. Me he despertado en esta habitación, me he observado por primera vez asimilando mi físico, mi voz, mi forma de actuar… No sé qué hago aquí, ni cómo he llegado. Intento abrir la puerta y me veo a un…- sacudió la cabeza y rectificó.- Te veo ahí delante de mí, mirándome. Me besas sin decirme más que te dije que me llamo Lane, algo que sé que no es verdad, puesto que no es mi nombre. ¡Y no sé porque sé eso!

-Tranquilízate, querida… - la escena conmovió a Nate sintiéndose vulnerable ante aquella preciosidad perdida.

-Me dices que somos compañeros del alma, y ni siquiera sé qué significa eso, pero algo en mi cabeza me dice que no te refieres a estar casados. No lo comprendo. No comprendo nada. Entonces me tumbas y me… me…- se sintió cohibida unos momentos.

-Y te dije que te deseaba…- le susurró el chico al oído. El repentino acercamiento hizo que sintiera escalofríos, pero agradables.

La miró con ojos apenados durante unos instantes y sintió el terrible deseo de ayudarla, de protegerla, de hacerla suya, para siempre.

-De acuerdo, querida. Te contaré todo lo que pasa aquí.- le dijo con voz dulce y le besó la frente.- Espera un instante.- se levantó y desapareció por la puerta.

Georgiana se sintió perdida y asustada. Sintió frío. Se incorporó hasta sentarse cómodamente apoyándose en la encimera. Sabía que esa postura no era correcta en una señorita, pero ni siquiera sabía si era una señorita. Y en esos instantes solo le importaba despejar su mente y recuperar la salud que notaba estaba perdiendo.

Al alzar la mirada vio a Nate delante de él. Sentado, mirándola y con una terriblemente preciosa sonrisa en sus carnosos y perfectos labios. Sintió que ella también lo deseaba. A Nate le encantó la postura despreocupada de la chica. Era distinta. Distinta a todas las demás. Y le gustaba. Quizás demasiado, se lamentó. Se acercó aún más a ella plantándole un tierno beso en los labios y acomodándose a su lado, de igual postura.

Meditó, buscando una forma de comenzar con aquello.

-De acuerdo, princesa. No eres humana.

1 comentario:

  1. Ohhh!!! julieta al fin me puse al dia, solo decirte que es fascinante, tiene todo lo que le hace falta para ser estupenda, intriga, amor, erotismo.... Me encanta!!!
    Espero que publiques pronto cariño.
    xoxo
    Por cierto nuevo capi en mi blog :D

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