martes, 20 de abril de 2010

Capítulo XII

Nate era un alocado mujeriego que había intentado salvarla de un futuro no muy conveniente. Pero al final, no había conseguido más que desgracias. La había apartado de su camino a la venganza, había ensuciado su reputación, ¿con qué cara enfrentaría ella a la muchedumbre de Bean Lophe? Ningún hombre digno se casaría jamás con ella. Pero era absurdo pensar en algo así, cuando el propio duque de Deackerci le había arrancado su vida, su alma. Nunca moriría prohibiéndole así la entrada en el cielo, junto a sus queridos padres. ¡Oh, como había arruinado su vida, su futuro! Sin apenas demandar opinión. Había acabado con su oportunidad de vivir feliz junto a un buen hombre que la amara, vivir en una preciosa casa donde criar a todos los hermosos e inteligentes hijos que tendría. No, ya no tendría nada de aquello. Y todo por el capricho de un duque. Por culpa de Nathaniel Meryton.

-Alexander, nosotros podemos… ¿tener hijos?- inquirió preocupada.

-Es complicado, pero existe una posibilidad.- resumió el chico. Miró a la preciosa vampira que asentía a su lado, con la mirada perdida en no se donde, triste en sus cavilaciones. Nunca había llegado a pensar que todas las mujeres de aquella época solo tenían en mente una serie de cosas, y que al transformarse en lo que eran, todos esos sueños irían a bajo. Pero tendría toda la eternidad para vivir su vida, de otra forma…
Tendrían todo lo que desease. Eran bellas, inmortales, irresistibles para cualquier humano. No tendría que serles muy difícil.

-Veras… La descendencia de los inmortales es muy difícil, preciosa. El…- no sabía como explicárselo sin ofenderla ni ruborizarla.- El hombre deberá ser muy fuerte. No puede ser cualquiera que se alimente. Debería ser un vampiro capaz de cualquier cosa, algo excepcional para nuestra especie. No sé si me entenderá. Una vez… procreado…- siguió explicando el joven intentando encontrar las palabras adecuadas. Georgia lo miró de reojo y vio como Alexander estaba cabizbajo y preocupado por medir sus frases. Sonrió ante tal detalle, desde luego Alexander era todo un caballero.
-Bueno, la cuestión es señorita Georgia, y no es mi deseo verla entristecida, es que no todas las criaturas nacidas de un seno inmortal sobreviven. Muchos fallecen a las pocas horas o a los pocos días. Solo los más fuertes consiguen avanzar en el complicado filo de la vida. También depende gravemente de aquellos que lo han creado.

-Sus padres biológicos.- se dijo a sí misma Georgia.- ¿Qué más inconvenientes ahí, Alexander?

-Si la cría vive lo suficiente, deberá beber inmediatamente algo de sangre. Aquella que le de las fuerzas suficientes para continuar con la infinita lucha contra la muerte que no descansará hasta llevárselo. Vera, señorita, mi hipótesis es esta. Los vampiros no estamos hechos para tener hijos. Somos vampiros, depredadores, robamos las vidas a las personas para continuar con nuestro propio y egoísta empeño en continuar nuestros pasos en este mundo. No somos humanos. No obstante, al igual que existen aquellos que son tan crueles como pensar en humanos como animal de ganado, también ha habido otros que han hecho grandes descubrimientos para la raza humana. Verdaderos expertos e insistentes en continuar con su vida cotidiana sin intervenir dañando la de los seres humanos. Muchos asimilan su especie y aún bebiendo la sangre humana, la respeta por encima de todo e intenta proteger lo máximo a las personas. Otros lo llevan tan lejos como lo hago yo actualmente. Arrepentidos por nuestro renacimiento en una eterna vida inmortal, intentamos crear una ideología en la que somos una especie tan corriente como la del ser humano. Que podemos vivir juntos.

-Me gusta tu forma de ver la vida, Alex.- coincidió la chica que lo escuchaba atentamente.- Pero… al fin y al cabo, las personas también son crueles y asesinos.

-Cierto, pero también los hay buenos y honrados. Igual que nuestra especie, preciosa Georgia, existen depredadores sin escrúpulos.

Georgia lo miró unos instantes intentando encontrar una conclusión evidente.

-¿Qué quería decir el Logan Roverson cuando me indujo que no había forma de dañar al duque?

Alexander no cesaba de mirarla. Era bella y delicada, pero algo le decía que nunca podría ser de su pertenencia. Parecía perdida pero a su vez buscando su vida. La ayudaría en lo que le fuera a mano.

-Nathaniel es un canalla de lo peor respecto a las mujeres. Se divierte y no tiene verguenza en el momento de estar con cualquier señorita. Con todas las consecuencias que conlleva. Según acaba de decir Logan, no ha convertido a ninguna otra a excepción de vos, aunque me resulta díficil de creer, siempre creeré en las palabras de mi viejo amigo Logan. Es su fiel amigo y seguidor, pero no me mentiría.

-¿Tenéis parentesco fraternal, señor Alexander?

-Cuando me convirtieron, mi creador murió a manos de un aquelarre de Irlanda. Logan me encontró y me enseñó mucho de lo que sé ahora. Le debo la vida, puesto que si hubiera andado por el mundo como un salvaje no habría durado mucho a manos de algunes rufiales.

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