sábado, 17 de abril de 2010

Capítulo XI

Georgia vio a un acechante entre la oscuridad de las sombras. El sobresalto de una frase en su mente la hizo saltar del río y escapar por el otro lado. Mientras corría pensaba en quien podía ser aquel hombre de pelo claro y ojos dorados. “No me temas, no te haré daño” había dicho, ¿pero cómo lo había conseguido? ¿Quién era?

Escuchó el sonido de un gruñido bajo unos matorrales escondidos. Paró su carrera y se quedó inmóvil esperando a la criatura que la observaba. Un lobo, estaba viendo como un lobo gris se acercaba sigilosamente a ella, mostrando todos sus feroces dientes. Sin darse tiempo a pensar, el vil animal acometió contra ella haciéndola caer. Empujaba con su antebrazo el cuello del lobo que ansiaba morderle, pero era demasiado fuerte.

Espera… pensó. Había asesinado un ciervo, y aunque solo era un inofensivo ciervo pero aquello lo había hecho de alguna manera ¿no? Debían volver aquellos instintos casi animales para poder defenderse.

Unos fuertes dolores en las encías de Georgiana le dieron la ferocidad confianza de que nada podría contra ella y comenzó a degustar la posibilidad de desgarrar aquel cuello peludo y sangriento. Empujó al animal con su antebrazo derivándolo contra un árbol y comprendió que apenas había utilizado fuerza bruta. El lobo se incorporó magistralmente y gruñó con malicia. Sus ojos negros se mantenían fijos en los oscuros ojos azulados de Georgia hasta que un brillo especial se crispó en los ojos del lobo. Ella, aún con desconfianza, dio un paso atrás y cogió una postura defensiva a la espera del siguiente ataque. Pero aquel ataque nunca llegó.

Georgiana se quedó atónita cuando vio una extraña mutación del lobo, y cuando hasta hacia un instante había estado vigilando a un feroz lobo - de pelaje gris y ojos negros y amenazadores que le estremecía con su gruñido desgarrador- ahora observaba un apuesto muchachote de pelo oscuro y corto. Su piel era pálida y firme y mantenía una postura despreocupada y cómoda. Lucía una tentadora sonrisa torcida mientras observaba a su vez a la preciosa joven que estaba paralizada ante tal descubrimiento.

Se quedaron varios minutos observándose sin decir palabra, ¿qué podían decir? Ella estaba tan sorprendida como felizmente hechizado él por la belleza de Georgiana. Finalmente, el joven apuesto dio un paso adelante sin dejar de sonreír y con ese brillo perverso en los oscuros ojos. Georgiana captó el peligro y adoptó de nuevo la antigua postura defensiva. Aún con los colmillos afilados y acechantes, comenzó a gruñir al hombre que se detuvo ante tal acción inapropiada. Georgiana se alegró de saber gruñir de esa manera y estaba orgullosa de la postura en la que se mantenía, dispuesta a atacar en cualquier momento.


-Bellísima como la noche.- musitó el hombre.- Pero salvaje. Eres nueva.

No era una pregunta, si no una afirmación. Georgia pareció relajarse un poco por la voz tranquilizadora del apuesto hombre, pero aún continuaba a la defensiva. Esperando.

-Oh, vamos. No eres un animal, señorita. Incorpórate y si quieres atacar, hazlo, pero como una vampira no como un tigre.

Aquello le sorprendió. ¿Quién era aquel loco? El chico rió cuando ella se puso más rígida y observaba con una mirada radiante de deseo la vestimenta de la joven. Georgiana se miró a sí misma y se avergonzó al momento. Estaba en ropa interior, ¿cómo había salido de aquella manera tan desgarbada?

El hombre rió aún más cuando comprendió la expresión de la joven que se tapaba con los brazos la zona del abdomen y el pecho.

-Mi nombre es Alexander.- se presentó el joven de pelo oscuro mientras daba un cauteloso paso al frente.- No tema señorita. No pensaba hacerle daño, solo estaba cazando y no me fije lo suficiente para darme cuenta de que era una hermana más. Me dejé llevar por completo por mis instintos. Ruego me disculpe.

Georgiana escuchó con atención las palabras del caballero, pero no podía decir palabra. Aún paralizada se relajó por completo. Algo le decía que él decía la verdad.

Alexander se acercó aún más hasta llegar a apenas dos metros ante Georgiana. Alzó una mano como ofrecimiento y ella, tras desconfiar unos segundos, finalmente tendió su mano y observó como Alexander se la besaba con ternura.

-No había visto una belleza igual. ¿Cómo se llama milady?

-Georgia…- respondió confundida. Su nombre realmente era Georgiana y así había intentado decirlo, pero su continua confusión la hizo trabarse con las palabras.

-Encantado Georgia. ¿Se encuentra usted bien?

Georgia siguió sin responder y le miraba fijamente hipnotizada por los preciosos ojos negros de Alexander. Pese a tener ahora una capacidad cerebral más provechosa, Georgia no podía hacer uso de ella. Se mantenía en blanco.

-Veras, Georgia. Tengo una pequeña cabaña más allá. No soy de aquí, ¿sabes? Sólo venía para cazar y ver un poco de naturaleza.- explicó Alexander pacientemente. Georgia le escuchó y se reprochó el no haberse dado cuenta del acento finlandés del apuesto hombre que aún no soltaba su mano.- Me doy cuenta que no se encuentra en sus cabales, no se ofenda, no pretendo ofenderla. Pero quizás tras un buen fuego y algo de alimento se recupere.

Georgia atendió y comprendió la ayuda que le ofrecía. Asintió débilmente y se dejó guiar por Alexander sin soltarse.



Nate había vuelto a su casa enfurruñado por haber perdido a su discípula. Era un vampiro muy fuerte y respetado, ¿cómo no iba a poder cruzar un simple y calmado río? Era reprochable. Pero no podía. No era ningún secreto que cuanto más fuerte sea el vampiro, más dificultad tendrá para con las corrientes de agua, pero también era consciente que muchos con más fuerza de voluntad lo habían conseguido e incluso les había gustado hacerlo. El nuevo reto de los vampiros. Pocos se lo proponían y aún menos lo conseguían.

Como castigo propio, Nathaniel mandó a los criados limpiar y ordenar las dos habitaciones mientras él se daba un buen baño de agua caliente con sales especiales. Aroma a sándalo.


Mientras la cálida agua recorría cada centímetro del cuerpo de Nate, éste pensaba en alguna forma de encontrar a Georgiana. Quizás él no podría, pero siempre podía mandar a algunos de sus estúpidos criados humanos para que cruzara el río.



Georgia ahora se encontraba sentada frente un cálido fuego que la embargaba en un ensueño lejano. Escuchó varias ramas romperse y se giró tranquilamente para observar al vampiro Alexander con grandes ramas en brazos.

-¿Ya se encuentra mejor milady?

-Sí. Debo daros las gracias, Alexander. Se ha comportado como un respetable caballero.

-Me alegro.- respondió él sonriente. Dejó caer toda la madera a un rincón y recogió unos pocos para echarlos al fuego. Luego volvió a mirarla.- ¿Tendré el honor de saber algo sobre la historia de la flamante Georgia?

-Sinceramente, desconozco la mayor parte de la historia.

-¿No recuerdas?

Georgiana negó con la cabeza. Le miró con los ojos entrecerrados y se sobresaltó al escuchar un fuerte aleteo sobre sus cabezas.

-No se preocupes, milady. Es solo un amigo.

-¿Cómo hacéis eso de transformaros en animal?- preguntó ella recibiendo un vaso de barro que le ofrecía Alexander mientras éste se sentaba a su lado.

-Tú también puedes preciosa.

-¿Cómo?- inquirió dudosa.

-No sé, es parte de nuestra forma de ser.

-Ni siquiera sé cómo es “nuestra forma de ser”- recalcó Georgia enfurruñada consigo misma por saber tan poco de ella.

-¿Cuánto tiempo llevas...?

-No lo sé.- respondió irritada. Alexander la miró sorprendido y algo en el rostro de la joven lo conmovió. Lentamente le pasó los brazos por los hombros en un intento de dar ánimos.

-De acuerdo, somos amigos, ¿vale? No pienso hacerte daño. Hay confianza.- dijo intentado excusarse por las caricias.- Veras, nosotros somos criaturas nocturnas sobretodo. Normalmente estamos más cómodos de noche y somos capaces de transformarnos en algún animal como una especie de camuflaje contra los humanos.

Georgia escuchó atentamente e intentando asimilar en lo que se había convertido mientras el joven apuesto le explicaba más cosas sobre la especie. Muchos renegaban de beber sangre humana y se saciaban con la de animal – tal y como había hecho ella con el ciervo. – pero que aquello solo le daba la fuerza suficiente para sobrevivir. Aquellos que se alimentaban de la sangre de las personas eran más fuertes y superiores, capaces de hacer cosas inhumanas, obviamente. Alexander, especialmente, vivía de los animales, pero si era necesario o estaba más débil de lo normal, daba caza a cualquier mendigo, o de alguna bonita muchacha pero sin matarla. Según decía no era necesario llegar a matar a la presa si se tiene suficiente autocontrol de dejarlos antes de escuchar los débiles latidos. También indicó que siempre se podía salir a la luz del día si se estaba bien alimentado, aunque le afectaría más que a cualquier otro humano normal.

-Oye Alex, deberíamos hacer una visita a…

-Hola Logan. Tenemos visita.- indicó el joven señalando a Georgia. El hombre llamado Logan la miró y le dedicó una amable sonrisa mientras se acercaba a ella con ademan de presentarse.

-Milady, él es Logan Roverson. Un viejo amigo.- presentó Alexander extendiendo la mano de la muchacha al joven de pelo moreno y ojos marrones. Pese a tener unos típicos rasgos, algo de aquel hombre hacía que no fueran nada “típicos”. Al decir verdad, era muy guapo.

-Encantada señor Roverson. Mi nombre es Georgia.- musité acercándome más y tomando su mano que besó sin divagación. Entonces su cuerpo se tensó y la agarró aún más fuerte. Georgia intentó zafarse de su agarre pero el hombre era musculoso y se dejaba entrever que no solo era su apariencia.

-Logan, no seas canalla. Suelta a la muchacha. Es indefensa, apenas recuerda nada y está en desventaja.- se quejó Alexander soltando a la fuerte mano de su amigo de la de Georgia.

-Tú eres…- el hombre llamado Logan pareció quedarse sin voz mientras escrutaba sin cesar la cara de la muchacha, cada vez más cohibida por la situación en la que la mantenían.

Tras unos instantes pareció despertar. Alexander y Georgia lo escucharon con atención exagerada.

-Alexander, debemos llevarla ante Nate.-concluyó con voz tajante, y se inclinó para tomar el vaso que sostenía Georgia y bebió de un trago.

-¿Nate Meryton? Ni hablar. Ese golfo no tocara a esta preciosidad.

-Me temo, mi viejo amigo, que ya la ha tocado.- replicó el amigo con un tono de humor en la voz.- Y profundamente al parecer.

Georgia lo miró atónito, analizando cada detalle, gesto y palabra que articulaba. Ciertamente era que no recordaba nada pero su virtud…

-Estoy intacta caballero. Si eso es lo que piensa.

-Vaya. Mente ágil. Me alegro. ¿Entonces no recuerdas nada?

-Espera un momento Logan. ¿Cómo que Nathaniel Louis ya la ha tocado? Ese canalla se ha atrevido…- gruñó Alexander con ademan protector.

-No sé que habrá hecho.- le interrumpió su amigo con tono amenazador.- Pero no es asunto tuyo, ni tampoco el mío. No olvides que es el duque de Deackerci.

-Eso no le da derecho a tomar todo lo que le venga en gana, Logan.

-Lo cierto es que sí.- Logan parecía enfadarse cada vez más con Alexander. Georgia dio un paso atrás asustada.- Todos nosotros tomamos lo que nos apetece y en el momento que nos apetezca. ¿Por qué él no? Aún más siendo duque, siempre será superior a mucho de nosotros. Es fuerte, Alex.

-¿A cuántas muchachitas les ha hecho esto?

-A ninguna.

-No te creo, tiene fama de crear a casi todas las preciosas inmortales que vemos cada día.

-Chismorreos estúpidos, Alex. Me resulta increíble que justamente seas tú quien creas las patrañas que sueltan la gente. – dijo Logan.- Ahora, es necesario que la devolvamos a su creador. Probablemente la esté buscando. ¿Cómo has llegado hasta aquí ricura?

Georgia se sobresaltó cuando el recién llegado llamó su atención. Nathaniel Louis. Duque de Deackerci. ¡Claro! El apuesto duque de Deackerci, Nathaniel. Él la había salvado, o eso creía él, de los brazos de Lord Edgar. Todo un cielo. Pero no obstantes los días que continuaron se comportó muy groseramente.

-Recuerdo al duque. Yací en su alcoba hará unos días. Me trataba bien hasta que un día…- Georgia se quedó meditativa unos minutos más.- ¡Santo cielo! ¡Él me hizo esto!

Alexander la observó con curiosidad mientras la joven comenzaba a emanar en sus recuerdos. Logan simplemente reía ante la situación.

-Sí querida, y probablemente tras hacerte suya.- exclamó el joven abriendo exageradamente los ojos chocolate.

-Usted era… aquel jinete que lo siguió el primer día, ¿no es cierto? El torpe que declaró el propio nombre del duque.

-No obstante, él mismo te lo declaró más tarde.

-Sigue siendo una gran torpeza por su parte, señor Roverson.

Logan rió alegremente y pronto Georgia le imitó. “Vaya, tiene carácter” carcajeaba el hombre mientras se acercaba más a ella. Alexander aún los miraba con recelo.

-No obstante.- comenzó Logan.- Lo dejaremos para mañana. Será divertido ver la cara de Nate esta noche. ¿Podrás permanecer en presencia de tal belleza sin tocarla, Alex?

El joven comenzó a replicar pero ella le interrumpió.
-No entiendo por qué, pero confío en él. No pasara nada. Márchate, logan, y cuéntame las nuevas sobre el descarado Nathaniel Meryton. Mañana mismo tomaré mi venganza. – dijo Georgia con un brillo picarón en sus ojos.

-Me marcho, pero le dejaré algo claro, Lady Georgiana. No crea que es fácil hacer daño al mujeriego de Nate. Y mucho menos físicamente.- le explicó sonriendo. Georgia se quedó helada pero no permitió que aquello le afectara. Devolviéndole una sonrisa radiante, vio como desaparecía Logan, dejando paso a un gran halcón gris.

1 comentario:

  1. Hola, te invito a leer La lagrima de La rosa. te espero!! http://atreveteasoniarconmigo.blogspot.com/

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