Lo siento, chicas, este capítulo será excesivamente corto porque no me da tiempo de escribir más en estos momentos. Prometo que pronto actualizaré. Destaco mis disculpas y gracias a todas por leer Reflejo de un vampiro.
J.
Georgia escuchó con atención todo lo relato por Nathaniel: cómo la había encontrado, a dónde se dirigía aunque desconocía el motivo; cómo se llamaba y quién era él; le contó lo que él era y como había finalizado su vida no hace mucho y de la misma manera había pasado con ella.
-Bebiste... ¿mi sangre?
Nate asintió.
-Es asqueroso.- respondió la chica haciendo una mueca de horror.
-La cuestión es, que ahora tú necesitas sangre para terminar con tu transformación.- le explicó el chico.- Ya que te di de beber la mía antes.
-¿Yo te di permiso?- replicó. Giró el rostro para ver unos ojos entrecerrados escrutándola. Tenía una mirada penetrante y peligrosa, y no la miraba como si fuese una persona. Su desvargada postura le informó que tampoco se comportaría como el duque de Deackerci dejándola en paz.
-No te lo crees, ¿no es cierto?
-Muchos pueblos mantienen esas leyendas, su excelencia. Pero no justamente Gran Bretaña.
-De acuerda pequeña innata.- le replicó el chico con ferocidad en los ojos.- Me encantaría que te quedarás aquí hasta que murieras de hambre. Ahora no eres humana, te guste o no, señora Da Coppi, y cuánto antes lo asimile será mejor para todos.- se incorporó con ademán de marchar.
-¿Se va?
-Por el contrario que usted, yo sé que soy. Y estoy hambriento. No te preocupes, probablemente para cuando llegué estarás muerta.
-¡Estás enfermo! ¿Cómo puedes decirle eso a una mujer? ¡Insensible!
El jóven se acercó a ella con andares feroces, similares a la de un animal acechante a su presa. Se enfrentó a su mirada, no sin cierta dificultad y elevando el rostro. Al parecer eso le divertió aún más, Nate se acercó hasta sentir el aliento frío de la chica en su mejilla. Acercándose aún más al oído soltó:
-Es usted ahora una vampira, señorita Da Coppi. Tendrá toda la eternidad para percatarse de cuán insensible soy y todos los hombres del mundo. No existe la sensibilidad para nuestra especie.
Georgiana se estremeció ante tales duras palabras. El frío recorrió por todo su cuerpo y se apartó rapidamente de la voz que le aterraba. Miré histérica al hombre que siseaba en su oído, pero ya no estaba...
Un terrible ruido estruenó en la ventana y cuando, aterrorizada, dirigió la mirada al centro del ruido atisbó un gran águila de plumajes oscuros alzar el vuelo.
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Me encanta!!! Es corto sí, pero da igual, la verdad es que te entiendo, a mi me pasa lo mismo, no tengo mucho tiempo de escribir ahora jejeje.
ResponderEliminarEspero el siguiente con ganas no lo olvidess!!
xoxox