martes, 23 de marzo de 2010

Capítulo I

Una pareja de prometidos, deambulaban por el viejo bosque del Eden, cuando le sobresaltó un revuelo brusco de un ser volador sobre sus cabezas. Por primera vez, apreciaron un águila tan negro como el mismo cielo, que apenas estaba iluminado por las diminutas estrellas, sin luna. La pareja se queda observando el audaz mamífero con su bello volar, hipnotizados. El águila veía otra cosa: una posible presa. Era capaz de ver a los búhos que avisaban de su pesado insomnio, a las ratas buscando alimentos en cualquier ser muerto, las últimas hojas que caían de los más frondosos árboles, indicando la llegada de la primavera… El volador se percató de un llamativo carruaje que pasaba justo en aquel momento por un arenal camino; y a pocas millas un caballo esperando la llegada de su amo.

El joven montó ágilmente en el caballo, negro como el carbón, igual que la vestimenta de su dueño. Corrieron las pocas millas impuestas hasta el carruaje rojo y sin pensarlo dos veces se interpuso delante del transporte, obligando al cochero asustado a tirar con todas sus fuerzas de los caballos con el fin de parar. Indicó a Darien que se acercará a la puerta que se iba abriendo con precaución. A pesar de la poca visibilidad que prestaba la luna aquella noche, Nate Louis Meryton podía visualizar perfectamente a una pareja joven y elegante, y tendría que añadir terriblemente irritada por el repentino contratiempo. Nate Louis los obligó a salir, mostrando su endeble arma, apenas le hacía falta pero era algo que intimidaba muchísimo a las personas. El caballero negro, pudo comprobar con facilidad que el hombre no era precisamente un caballero, puesto que había agarrado sin escrúpulos el brazo de la joven, lanzándola al exterior. Aunque afortunadamente parecía tener reflejos y buen equilibrio y pudo agarrarse sin problemas para no caer en el barro.

La dama era bonita y elegante, mantenía una cara seria, contrariada y mostraba terrible fastidio por la intromisión. Miraba a su asaltante con desprecio mientras alisaba con la mano el vestido revuelto. Tenía unas manos delicadas y finas. Muy pálidas pero las movía con mucha gracia. Su cabello quedaba tapado por un sombrero a la época que dejaba revelar unos mechones rizados por el rostro, igualmente a la moda.

Cuando el “caballero” salió por fin, Nate Louis señaló a Darien que debía retroceder, por lo fornido y la pesada contextura del hombre. Elevó la cabeza para comprobar quién había sido el ruin que había interrumpido la marcha a una de las mejores fiestas que iba a patrocinar. Mejor aún debido a la señorita que llevaba.

Ambos dejaban entrever que era una pareja de buena cuna, y no les molestaría un pequeño asaltos a su cartera. Pero entonces lo reconoció.

No era nada más y nada menos que el agotador Lord Edgar de Mirlo. Un maleante, canalla y adinerado caballero, cuyo único fin era montar fiestas, subir en la clase social y las mujeres, sobretodo las mujeres. Había llegado a sus oídos que era un fuerte jinete y duro guerrero, pero no había tenido, afortunadamente, el placer de luchar contra aquel caballero pues había veces que no era capaz de controlarse. Frecuentaba los deportes más peligrosos e incluso, en ocasiones, participaba en ellos. Él mismo había asistido a una de sus fiestas, pero por suerte, se fue antes ,con una de las prostitutas contratadas, de que empezara la acción. Los hombres no interesaban, solo las mujeres, y cuánto más jóvenes, mejor.

-Buenas noches caballero.- saludó galantemente Nate Louis, y dirigiéndose después a la dama.- Encantado, señorita… ¿o debería decir señora?

-No es de su in…- No pudo finalizar la frase, por un fuerte codazo de Lord Edgar, dejando entrever que sí era una pareja, al menos no era feliz.

-Sea educada, innata. ¿Acaso no se da cuenta en la situación en la estamos?- elevando la cara añadió.- Disculpe, mi señor. ¿Saldremos ilesos?

-Por supuesto, caballero. Solo busco sus pertenencias más caras.- respondió el jinete oscuro.

-Me suena su voz… ¿Nos conocemos?- inquirió el robusto hombre.

-Lo dudo.- simplificó, seriamente.- No tengo toda la noche, les ruego me lo pongan fácil.- añadió esbozando una irresistible sonrisa de perlas, advirtiendo.

El hombre, molesto, sacó un fago de billetes y se los ofreció con mano temblorosa.

-¿Le importaría que me lo trajera tan bonita dama?- replicó Nate Louis.- No me importaría un delicioso beso de esos labios… Quizás, así os dejara ir…

-Como no…- contestó el divertido caballero, que ahora sonreía con complicidad, mientras empujaba a la muchacha a una muerte segura.- Vamos, señora. No pierda tiempo.

Nate había escuchado decir que Lord Edgar era un aficionado a la promiscuidad y mancillar las vidas de vírgenes damas, sin ningún tipo de pudor. ¿Cómo había encontrado la manera de obligar a la señorita para llevársela como principal atracción en una de sus salvajes fiestas? Observó como la mujer se acercaba a Europa con terrible terror en el semblante... Comprobó que su miedo aumentaba y aumentaba según avanzaba más al caballo. Europa dio un paso a la chica y ésta retrocedió rapidamente a su antigua posición, pero Lord Edgar, quien se divertía increíblemente con ese juego, volvió a empujarla.

-¡Vamos! No seas cobarde. ¡Bésale!

La chica volvió a avanzar y se quedó mirando fijamente al jinete esperando.

-¿Pretendes que baje de mi caballo?

-No pretenderá que suba yo, ¿no?- preguntó asustada la chica por la terrible respuesta que le esperaba.

-Por supuesto, Modemoiselle. No puedo bajar y besarla mientras su acompañante, escapa o me ataca.- respondió confiadamente.

La dulce dama, quién le gustaba más cada segundo, se acercó extendiendo la mano con el dinero y Nate no perdió tiempo, cogiéndola del brazo y subiéndola estrepitosamente al lomo del caballo.

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