martes, 23 de marzo de 2010

Capítulo II

La chica dio un pequeño grito que provocó un sobresalto de Darien que retrocedió.
-Tranquilo, chico.- dijo este, señalando al caballo para que siguiera retrocediendo.
Georgiana asustada, se agarró fuertemente a la chaqueta del enemigo, cerró los ojos y rezó todo lo que pudo.

-No se preocupe, señorita. Aquí estará segura.- aseguró.

Aunque ella no se sentía tan segura, se enderezó sobre el caballo intentando confiar en las palabras que le había recitado. Georgiana comprobó que el odioso hombre que la acompañaba hasta hacía un momento, sonreía y se divertía con la situación. Lo odió aún más.

Volvió su rostro a la posición de Nate Louis quien la aferraba con sus fuertes brazos, sus muslos… Georgiana se percató de lo íntimo de la situación. Se había quedado mirando el fornido cuerpo del enemigo, y se dio cuenta de que estaba sentada entre los muslos del él, notando en su pierna el miembro viril del hombre. ¡Dios qué vergüenza! Georgia, contrólate esos pensamientos… Pero no podía evitar pensar en los grandes que eran aquellos bíceps; como se notaba el duro pecho que tenía, puesto que estaba tan amarrada a él, y tan cerca de su cuerpo que no era difícil notarlo. Su piel era muy pálida, su rostro permanecía oculto tras una sencilla máscara negra que tan solo dejaba entrever los carnosos y suaves labios del caballero. Con su perfecta forma y tan lisos… tan atrayentes. ¡Georgia! De repente movió levemente la cabeza de un lado para otro, como intentando sacudirse esos pensamientos inapropiados de la cabeza. ¡Era una dama respetable y completa!
Cuando volvió en sí, vio al terrible caballero observándola con unos ojos castaños, divertido y una sonrisa torcida con malicia. No se había dado cuenta de que el caballo aún no había parado y se encontraba a quince metros del carro y de Lord Edgar, quien apenas se había mutado.

-Pero…- comenzó mientras miraba el suelo con miedo, la distancia era aterradora, cerrando los ojos y aspirando profundamente volvió a mover la cabeza y la apoyó sobre el pecho del caballero oscuro. Suspiró con entereza y se quedó en esa posición unos instantes esperando que se disipara el mareo.

-¿Se encuentra bien?

-¿Qué es lo que está haciendo su caballo, señor? ¡Párelo!

-Imponemos distancia, señorita. Voy a besarla y debería dejar espacio suficiente para solo concentrarme en usted y no en su acompañante.- contestó.

Ella volvió a incorporar la cabeza y lo miró a la cara con desconfianza. Se adentró en sus hermosos ojos castaños, cada vez más claros. Tenía un rostro precioso y muy atractivo con esa máscara negra. Toda una fantasía para cualquier mujer…

Nate sonrío dulcemente y fundió sus labios en un apasionado beso en la boca de Georgia, humedeciendo sus labios con la lengua. Nate alzo lentamente el brazo que ella agarraba con ferocidad y acarició con suavidad la cálida tez de su futura secuestrada. Georgiana no esperaba un beso así, y si al principio, bien le había parecido excesivo y repugnante, ahora, tras sentirse más segura cuando percibió la delicada caricia que le había regalado su apuesto enemigo, participó con ganas en el beso y se fundieron en los labios del otro.

Lord Edgar aplaudió ruidosamente la escena y carcajeó con sarcasmo << Fantástica, fantástica escena… ¿Podemos terminar ya? >> dijo aún riendo falsamente. Nate se despertó de su ensueño y cayó en la cuenta de la situación en la que estaba. Esquivando la cabeza de su doncella y mirando al pedante de Edgar, le regaló una sonrisa y dijo: ¡Au revoir!
Nate Louis hizo girar su caballo y cabalgando hacía el bosque, desaparecieron en una tremenda y negra oscuridad. Georgia comenzó a chillar conmocionada y Nate Louis le tapó la boca, como pudo, con un pañuelo que llevaba en el cuello, le echó la caperuza de la capa, que llevaba ella a modo de abrigo sobre la cabeza, cobijándola en su pecho. Parece un saco, pensó Nate Louis y rió tranquilamente por la situación. Georgia apretujada contra el cuerpo de su secuestrador y agarrándose fuertemente a su cuerpo, por el temor de caerse de aquella bestia, comenzó a sentirse más segura al oír la risa tranquila del hombre que la sujetaba por la cintura. Se dio cuenta de que pronto la ataría para poder moverla, o quizás sería tan ingrato de dejarla con las articulaciones libres para que le pegue hasta escaparse. De repente escuchó otras fuertes pisadas de caballo a un lado del jinete. Dios, ¿será Lord Edgar? Podría ser que fuera a buscarla… ¿Pero cómo iba a ser eso posible? ¿Tanto le importaba? No parecía ser coherente, pero las fuertes pisadas de un caballo más, cabalgando, seguían ahí, contrariando su hipótesis. ¡Genial, alguien vendría a buscarla! No tardó demasiado en disminuir la velocidad de la bestia que cabalgaba bajo su cuerpo, y se dio cuenta de que probablemente Lord Edgar les había dado alcance y ahora tendría que dar duelo al maleante secuestrador. ¿Es qué no podía salir sin ocurrirle alguna desgracia? ¡Ay, Dios! ¡Qué vergüenza la suya!


Finalmente el caballo cedió de correr y en un instante se encontraba en los brazos de su secuestrador, de forma tan rápida que apenas podía haberse darse cuenta, y parecía estar moviéndose por dos fuertes piernas sobre el suelo. ¿Cómo ha podido bajarse así? Dios, estaba teniendo alucinaciones o algo por el estilo. Quizás un pequeño desmayo de segundos…

-¡Nate!

-Cállate, ¿cómo se te ocurre pronunciar mi nombre?- luego Nate Louis dirigiéndose a la chica asustadiza de sus brazos preguntó muy refunfuñado.- ¿Te has enterado, mujer?

Pero Georgia no respondió. Si bien la había asustado y al parecer el otro jinete no era más que un aliado de su enemigo, al menos les castigaría con su silencio. No pronunciaría palabra.

-Genial…- replicó.

-¿Pero a dónde la llevas?

-¿A dónde crees?

-No puedes llevarla a la casa, sabrá su localización y nos denunciará.

-Simples humanos no me asustan.- contestó sonriendo.- No puesto lleva tapados los ojos, amigo…

Georgiana comenzó a moverse bruscamente, pateando y abofeteando todo a donde alcanzaba sus piernas y brazos, pero una fuerte atadura la inmovilizó por completo. Le entró un escalofrío al contacto de algo tan helado, y rígido. Empezó a entrarle un frío insoportable y tiritó sin remediarlo. Deseaba poder ser fuerte como respuesta a la risita burlona de su secuestrador, pero no podía evitar que su cuerpo se estremeciera.



Se despertó más tarde en una acolchada cama, cómoda y suave, apoyaba su cabeza sobre la almohada con un dulce aroma aturdiéndola por toda la habitación. Abrió poco a poco los ojos y se encontró en un lugar desconocido. Las bajas paredes tenían un tapiz color crema, con rallas verticales en la zona superior e inferior de la superficie. Giró la vista por toda la habitación: Había una gran ventana cuadrada con largas cortinas rojizas echadas, a la izquierda de ésta, aguardaba un tocador con un espejo ovalado y un cepillo repleto de finos pelillos. Tras el tocador, una puerta entreabierta, pero no era capaz de divisar lo que había a detrás. Luego un espacioso armario de una madera sencilla y clara como el tocador y las mesillas de noche. Volvió a fijarse en la ventana iluminada por el sol, era de día. De repente recordó todo lo que había pasado los días anteriores y notoriamente la noche pasada. Lord Edgar se había presentado en su casa, descaradamente, para invitarla a una sencilla reunión en su recién adquirida mansión de Mirlo. Pero ella bien sabía que no era una sencilla reunión pues había llegado a sus oídos las historias del despiadado Lord Edgar, tan promiscuo y desdeñoso con las mujeres… Pero aceptó la invitación, cuando tras hablar con su familia de la petición deshonesta de semejante personaje. Su tía Nicole le confesó que fue quien se encargó del accidente de sus padres, aunque nunca se pudo conseguir ninguna prueba que le inculpara. Al día siguiente de saber la historia, la misma Georgia había ido a visitar Rellinon, donde residenciaba el lord, para aceptar la propuesta de Edgar.

Algo la sacó bruscamente de sus pensamientos, cuando el hombre enmascarado de la noche pasada, se precipitó en la habitación, sin llamar a la puerta.

-Oh, señorita, me complace que esté despierta.- saludó educadamente.- Supongo que le apetecerá desayunar.- añadió, sacando una gran bandeja de su espalda repleta de alimentos.

-No se le ocurra acercarse a mí, ser despiadado.- amenazó la chica desde la cama.

-No deberías ser tan hostil, querida. Tiene una apariencia tan hermosa, ahí tirada en la cama con los pelos desaliñados y su traje mal colocado…

Georgia reparó en su estado, tapándose con las mantas y alisándose el pelo con los dedos.

-No voy a hacerle daño, preciosa. No debe preocuparse.- inquirió amablemente.- Me presentaré.- añadió quitándose la máscara y el bigote falso.- Soy el duque Nathaniel de Deackerci.

Georgiana Da Coppi no tardó en reconocer al famoso duque de Deackerci.

No hay comentarios:

Publicar un comentario